Un grupo de expertos en relaciones destrozadas de la Universidad Nacional Federico Villarreal, analizó durante 3 años a diez parejas donde el varón pide permiso un día a la semana para practicar fulbito. Los resultados han sido sorprendentes, sobre todo teniendo en cuenta que los mismos expertos también participaron en el estudio.
De 10 parejas, 5 varones eran infieles mientras que los otros 5 mantenían una relación sana e infeliz. Según Aquiles Ensarto, director del grupo de investigadores, esos cinco varones infieles eran precisamente los que no tomaban ni una gota de licor después de las pichangas y se iban supuestamente a sus hogares.
“Está claro que en Perú, irse a jugar una pichanga consiste en juntarse con los amigos de siempre para, efectivamente, practicar fulbito, pero al final sólo una es una excusa para embriagarse y olvidar por un momento la vida de mierda que les ha tocado vivir. Aquí cabe del dicho: ‘Después del fulbito, el fullvaso’”, afirmó el experto que ha decidido estar soltero toda la vida.
“Sin embargo, dentro de esos amigos siempre hay uno que rechaza la bebida porque supuestamente tiene que regresar rápido a su casa. ¡Y lo pillamos! El que hace eso suele ser el infiel porque se va a otra pichanga con marca personal”, dijo el investigador.
Según Aquiles Ensarto, la vida normal de un hombre pichangero es ejercitarse para luego recuperar fuerzas con una exquisita y burbujeante cerveza bien helada. Sin embargo, otros prefieren seguir metiendo goles en otras canchas y rechazan el alcohol para un mejor rendimiento. Luego, claro, después de consumar su engaño, llegan frescos a sus casas, con más ganas de vivir.
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