Después de un análisis hecho en su casa provida, el almirante Jorge “Sirenomán” Montoya afirmó que el 1% de peruanos come como él: bufete francés de primera calidad, con ingredientes orgánicos sacados directamente de tierra virgen recién descubierta, mientras que el 5% come menú del mercado y el 84% de compatriotas come alfalfa, panca, cáscara de papa y cualquier cosa que le avienten.
“Prácticamente la mayoría de peruanos son cuyes, conejos o vizcachas, y a mí no me pueden comparar. A mí dame mi faisán albino criado por campesinos griegos que hablan húngaro, dame mi chocolate orgánico cosechado por indígenas no contactados, dame mi agua de ojo de agua recién extraída de un bosque virgen, dame cosas de primera calidad. Ya si estamos misios, dame un menú del restaurante Central”, dijo en conversación con uno de nuestros cuyes.
Estas lamentables expresiones no cayeron nada bien a los peruanos, sobre todo a los vendedores de alfalfa que nos abastecen a diario. Por este motivo, el emolientero tuvo que reemplazar la alfalfa por huacatay porque los clientes se sentían indignados por las declaraciones viejolesbianezcas, aunque nuestro casero dijo que pronto regresaremos con hambre, con los dientes incisivos y gritando tiernamente para pedir nuevamente nuestro atado de fresca alfalfa.
“La verdad la alfalfa no tiene nada de malo. Es bueno para los riñones, para el cerebro, para la digestión, para la próstata, para la impotencia, para los músculos, para la infertilidad, para el mal de ojo y, sobre todo, para engordar a los cuyes, así que coman nomás cuycitos”, puntalizó el emolientero de nuestro barrio.
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