Una cucaracha de raza imperial, recién salidita del Mercado Central fue a parar al Congreso de la República, debido a que –según presumen los especialistas– bebió un día antes con otras cucarachas del jirón Paruro.
La cucaracha, quien no quiso identificarse, entró al Congreso por la puerta del jirón Andahuaylas pensando –según contó a nuestro reportero– que era un basural en donde pueda matar la resaca. Sin embargo, se vio perdida justo en el Salón de los Pasos Perdidos del Legislativo. En dicho lugar, al verse entre periodistas, congresistas y ayayeros, sintió mucho asco y vomitó en los pies de Héctor Becerril.
“Lo siento, nunca me había sentido tan mal, entre tanta inmundicia junta. Prometo que limpiaré todo lo que ensucié pero por favor, ya dejen de llamarme para pedirme mi versión, necesito las sobras de una Sal de Andrews”, dijo la cucaracha mientras se tomaba agua sucia bien helada.
Fuentes del Congreso nos dijeron que al ver a la cucaracha en ese estado lamentable, los agentes de seguridad no sabían si sacarla o llevarla al hemiciclo, donde se estaba llevando a cabo un debate sobre la pena de muerte para los que se oponen a la pena de muerte. Al final, como tenía todas las características de un congresista, la llevaron al Pleno del Congreso.
“Mire señor, la verdad confundimos a la cucaracha con un congresista. Nosotros trabajamos como seguridad hace veinte años y hemos visto que muchos congresistas se parecen a esta pobre cucaracha que no tiene la culpa de que la hayamos confundido. Es para mí vergonzoso, pero nos dimos cuenta de que no era congresista solo cuando la sentamos en una curul y sostuvo el debate más inteligente que habíamos oído hasta entonces”, dijo un agente de seguridad, a quien le da igual si incendian el Congreso algún día.
Al cierre de esta nota, la pobre cucaracha descansaba en el Parque Universitario, lejos de los insectos que viven a costa de los peruanos y discuten cosas que sólo a ellos les importa. Seguiremos contaminando.
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