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Joven manda a la mierda a taxista y este le responde: “No joven, ahí no voy”

Según fuentes familiares, el hecho ocurrió cuando el joven le dijo al taxista que lo lleve desde Puente Piedra a Villa El Salvador por 8 soles porque «siempre pago así»

Foto: el Comercio

Todo empezó cuando Benito Camelo, un recién egresado de ingeniería de la San Marcos con empleo (porque los del resto de facultades normalmente no tienen chamba ni plata), salió de una fiesta patronal en Zapallal y quiso hacer gala de su primer sueldo al salir del jolgorio: fue con su elfa a la avenida más cercana e intentó tomar taxi porque ya se cansó de viajar en “El chino” o la Daewoo.

Entonces, alzó por primera vez su brazo con la seguridad de un vendedor de Fuxion e hizo parar un taxi. El hecho lo marcó de por vida porque era la primera vez que iba a tomar un taxi con su dinero y desde su natal Puente Piedra. Al detenerse el vehículo, Benito se sentía empoderado y lleno de vigor. “Señor, aquí no más hasta Villa El Salvador”, dijo mientras la fémina que lo acompañaba se sentía protegida por el posible abuelo de sus nietos. Era el momento ideal para todo, cualquiera de los dos se sentía con el derecho a proponer un cambio de ruta hacia un lugar más subrepticio porque la hora y el goce previo lo ameritaba.

Sin embargo, la respuesta del taxista rompió ese cuadro perfecto. “No, no voy”, le dijo el taxista sin pensar siquiera dos segundos (tiempo que demoran en establecer una ruta, sacar la cuenta de la distancia exacta y el gasto de la gasolina). “No, no voy”, escuchó Benito Camelo mientras intentaba retener sus ganas de prenderle fuego al Station Wagon blanco que tenía al frente.

Para que la situación incómoda no rompa con la magia del momento del macho alfa y su conquista reciente (en realidad ella era la alfa y él un simple omega), Benito le dijo al taxista que lo lleve al hospedaje más cercano, pero el taxista le dijo otra vez: “No, no voy”.

Hartado, aún pudo contenerse y, con el poco aliento amable que le quedaba, le pidió que lo lleve hasta donde pueda llevarlo. “No, no voy”, le contestó otra vez el taxista. Esta última respuesta fue la gota que rebasó el vaso y Benito explotó, como todo ser humano normal. Sus venas casi estallan, los cabellos se le erizaron como a un gato, sus ojos se agrandaron y el sudor empezó a crear riachuelos en su frente.

-Si no vas a donde te digo, ¿a dónde chucha vas? –dijo Benito.
-No sé, no voy.
-Entonces vete a la mierda y a la concha de tu madre –dijo Benito, consciente de que había perdido los papeles.
-No joven, tampoco voy –respondió el taxista.

Fuentes cercanas a Benito, afirman que él estaba ebrio y que “por favor no le hagan caso”. Sin embargo, testigos señalan que el chofer en realidad no era taxista y que el «vehículo» en realidad no era un vehículo, sino un carrito de emoliente blanco y que Benito estaba más ebrio que Toledo un sábado a las 10 de la noche en el Brisas del Titicaca.

Ampliación, en breve.

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