Hoy, en horas de la madrugada, un joven de 43 años llegó a la Comisaría de Cotabambas para presentar una denuncia contra un ácaro de 50 kilos que –según el demandante– lo había desalojado de su cama de la manera más cobarde y prepotente.
Como es natural, los agentes de la comisaría pensaban que el joven estaba loco o se había metido en la nariz aquella sustancia que terminó con la carrera de muchos futbolistas, pero al escuchar todos los detalles precisos del presunto agraviado, optaron por registrar la denuncia, sobre todo porque el renunciante era blanko y no vaya a ser que sea el hijo de alguien.
Tras el registro, el suboficial de primera, Armando Motta, acompañó al presunto agraviado a su casa para verificar si era verdad lo que había contado el sujeto que llegó con pijama a las 4 de la mañana. Tras cruzar la puerta principal y esquivar a dos perros de sospechosas intenciones, llegaron a la habitación del joven donde, efectivamente, encontraron a un ácaro de unos 50 kilos que dormía plácidamente en la cama de dos plazas.
“Llegamos y al ver al animal gigante fue inevitable sentir miedo, pero de inmediato me recompuse e hice sentir mi autoridad. Entonces le pregunté si era cierto todo lo que el joven había contado en la comisaría”, narró el policía ante el Tercer Juzgado de Familia, al cual acudió porque tenía un proceso por no pasar alimento a dos hijos de su vecina.
“Cuando me dispuse a arrestar al ácaro, este lamentablemente me dijo que tenía derechos y que antes de cualquier acción en su contra quería contar lo que había sucedido realmente. Y como yo desconocía el procedimiento en esos casos, le dejé que cuente su parte porque luego no vaya a ser que nos demande ante la Corte Internacional de la Haya y esas cosas caviares”, agregó el policía mientras temblaba.
“Entonces me dijo que la cama le pertenecía por derecho de posesión porque él ya había vivido unos 8 meses en esa cama y se había alimentado de las células muertas del joven. Es decir, en ‘años ácaro’ tenía ya unos 10 mil años, y el 99% de su cuerpo era prácticamente lo que había comido del joven; o sea, era el joven mismo pero en versión ácaro”, dijo el policía, convencido de la manifestación del señor parásito (nos referimos al ácaro).
Tras una rápida deliberación, el policía retiró al denunciante de la habitación y de la casa y le sugirió poner la denuncia en el Poder Judicial aunque le advertía que posiblemente pierda porque los argumentos del ácaro eran más fuertes y consistentes.
Luego de arrepentirse de haber ido a la comisaría, el joven blanko decidió regresar a la casa de sus padres, pero se dio cuenta de que nunca se fue. Seguiremos comiendo.
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