Los limeños, siempre acorde a su espíritu cosmopolita, están armando cadenas de oración y amén debido al reciente incendio de la Catedral de Notre Dame, sobre todo lloran por el Jorobado. «Dónde irá a vivir ahora», se preguntan, mientras se hacen los dormidos cuando un niño sube al micro a cantar «Viento» de Chacalón, usando un peine de instrumento.
Entrevistamos a un limeño promedio. Cuando encontramos a uno en la huaca Condevilla, le preguntamos por qué estaba botando su desmonte ahí. «Señor, esto no es arte -señalando una huaca-, es solo adobe y piedras, que sirva para algo, aunque sea para depositar la basura».
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